Antes que siempre

 In Relatos

Esta distancia entre su habitación y la mía es muy real y cambia inevitablemente con las horas.
Ahora puedo escuchar mis pasos y contarlos con números que no sé si aún existen.
Está en mis planes equivocarme de una manera increíble.
Habían tratado de hablarme sobre esto justo un tiempo después cuando el teléfono no sonaba al lado mío.
Pero ese tiempo era otro y no pensaba ser nuestro nunca más hasta ahora.
Estoy soñándome detrás de una ambulancia, puertas afuera de los barrios que ninguno conoce.
Nunca quise correr, pero entiendo que podría quedarme quieta como todas las cosas.
Entre una ciudad y la otra queda en él alguien que todavía puede disculparse.
Mis pies y el suelo nunca estuvieron tan cerca.
Soy más rápida que las luces de una foto, soy más rápida que la risa,
soy más rápida que una vez, cuando no me preocupaba la velocidad.
Ahora que corro llego siempre tarde. Tan tarde que el clima se atrasa conmigo, tan tarde que soy un espejismo cromático, tan tarde que ya nadie se acuerda.
Hay alguien que se marea con objetos celestes y es mi padre, que se disuelve en historias que no son para él.
Lo llevan todos los autos del mundo y me saludan, como si ellos supieran que confundo las calles, como si todos supieran que no había corrido como ahora, como si todos ellos juntos supieran algo más que yo.
Hay alguien que me sigue silenciosa y es mi madre, que me ha visto correr tantas veces y me espera.
Varios metros atrás ella cuenta los pasos que me van a juntar de nuevo.
Voy a volver, pero antes: hay un nombre que debo recordar y que es el mío.
Cuando en mi sueño llegaba a este hospital me decían que mi padre me llamaba.
Pero delante nuestro había una fila de años y de muchos padres que eran otros y tuve que esperar.
Me explicaban en ese lugar que en un caso como este, pasado un tiempo el cuerpo no se reconoce por completo y sin embargo es necesaria la presencia de los otros.
Para esperarlo. Para olvidarse para siempre.
Nunca quise despedirme de alguien que no reconozco y tengo lágrimas pero estoy del otro lado de ese vidrio.
Hay una familia que acomoda sus sábanas.
Y yo todavía sigo ahí, esperando.

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